El juego en blanco de…Andrea Petkovic

La progresión por bandera y un mundo por conquistar. Máximo exponente de una generación alemana de explosión tardía, la emergente figura de origen bosnio cierra el primer mes de 2011 con grandes pasos a la espalda. Dibujando un enero para enmarcar, asoma en el horizonte el recargado lienzo de febrero.

A continuación cuatro razones del particular triunfo de Andrea Petkovic:

15-0 // Porque ladran, luego avanza. El peculiar festejo de la victoria ha dejado de ser la escenificación de una complicidad bilateral entre maestro y discípula para convertirse en sello personal, una seña de identidad que trasciende los límites de la pista. Desconocida por muchos hasta la actuación de Nueva York, por menos tras el papel en Melbourne, el anonimato –a menudo termómetro del éxito deportivo- va estrechando su cerco conforme avanza el calendario. Copando comentarios de aficionados esporádicos y espacios mediáticos utópicos hasta la fecha, la marca Petkovic cotiza al alza.

30-0 // Porque las etapas arden a buen ritmo. La búsqueda de confianza convertida en anhelo de consistencia. Táctica y mentalmente vigorizada respecto a tiempos no tan lejanos, la otrora unidimensional alemana ha evolucionado hacia una versión crecientemente simétrica y con mejorada gestión del hándicap. Sin pulir por completo el clásico lastre del arranque tibio, dicho departamento alberga su contrapeso en la renovada estabilidad emocional. Serena en el momento clave para revertir con frecuencia el aciago panorama, el siguiente escalón pasa por coordinar la frialdad mental con la ocasional calentura de brazo.

40-0 // Porque ahogó fantasmas del pasado. Dotada de una extrovertida personalidad, tremendamente cautivadora para con la frecuente alegría de la grada, la primera raqueta germana guardaba una relación paradójicamente amarga con los grandes escenarios. Lesionada de gravedad en la Hisense Arena tres temporadas atrás, privada de un cuádruple match point ante Kuznetsova en la tercera pista de Roland Garros el pasado año y arrasada por Zvonareva en la Arthur Ashe el último otoño, la alemana se arrancó completo el espinar en Melbourne al convertirse en la primera verduga de Sharapova en una sesión nocturna de Grand Slam.

Juego Petkovic // Porque alcanzó el timón del barco. Proyectada para ascender al vigesimocuarto peldaño del circuito femenino al término del primer grande del año, la alemana vislumbra un apetecible futuro inmediato. Si logra mantener intacto el estado físico, su enriquecido estatus le reportará ubicaciones de privilegio en los cuadros, evitando cruces de entidad hasta la segunda mitad de las semanas. El potencial incremento en la cosecha de puntuación le permitirá consolidar la posición entre la élite WTA y lograr entrada directa en cualquier fecha del calendario. Pudiendo programar la hoja de ruta según sus expectativas en lugar de permanecer a expensas de méritos ajenos, la niña que desobedeció a su padre comienza a ser dueña de su destino.

El juego en blanco de…Tommy Robredo

Pasan las temporadas y ahí permanece, impertérrito al transcurso del tiempo. Apostado en una discreta segunda fila y a la espera cobrar un esporádico protagonismo, el catalán continúa acumulando horas en pista tratando de perforar la jerarquía establecida.

A continuación cuatro aspectos del particular triunfo de Tommy Robredo:

15-0 // Porque renegó del Todopoderoso. Abrumado por la mejor versión del activo más talentoso del deporte, contempló con la mirada de la indiferencia la maravilla del maestro helvético. Impasible al prematuro vendaval precipitado sobre sus huesos, conservó la frialdad hasta equilibrar la balanza. Pudiendo poner una segunda mejilla en forma de renovada táctica, siguió la ruta marcada sin apartar la mirada. Pestañeó primero, pero tardó en tornar los ojos.

30-0 // Porque taponó la herida abierta. Lastimado por un enemigo que no dio puntada sin hilo hasta ese instante, absorbió la excelencia de la lección recibida. Irguiendo la cabeza donde muchos ceden, convirtió a un rival infalible en un adversario despreocupado por el defecto. “No me importan los errores no forzados. Me da igual cometer 20 que 60” se decía el suizo Federer. Asistiendo a un recital en fila de privilegio, inoculó su consistencia en el juego del oponente desatando la hemorragia al otro lado de la red.

40-0 // Porque recibió con carácter la décima estocada. Renegado a torcer un brazo nueve veces plegado, retomó valientemente una guerra siempre perdida. Cediendo de nuevo la batalla, se sobrepuso temporalmente a la losa psicológica para imponer su voz en aisladas revueltas. Nueve años después y por vez primera en Grand Slam arrebató al suizo una manga en pista dura. Abandonando la Rod Laver Arena por la puerta de servicio, dejó la sensación de haber hecho trabajar a Roger. “Sabía que Robredo no me regalaría los puntos” cerraba el suizo.

Juego Robredo // Porque mantuvo el estatus de eterna alternativa. Avanzando con sigiloso paso a lo largo de las temporadas, el gerundense va retrocediendo suavemente en la clasificación con una poco frecuente pero elegante progresividad. Acechando la sorpresa desde el reservado terreno de la sombra tiende a cumplir el papel previsto. Habiendo alcanzado los octavos de final en cinco de las seis últimas grandes citas sobre suelo duro se despide de Melbourne palpando el techo.

El juego en blanco de…Bernard Tomic

Invertido, cruzado, paralelo, cortado, liftado, plano,… Cada set, cada juego, cada punto, cada impacto fue completamente distinto al anterior. Un complejo poliedro con piernas, brazos y una raqueta que combinó latigazos demoniacos con caricias angelicales. Táctica, técnica y talento conforman el férreo cordaje del último producto ‘made in Australia’.

A continuación, cuatro razones del particular triunfo de Bernard Tomic:

15-0 // Porque nunca subrayó una trayectoria: Jamás lo que entró salió por donde vino. Las preguntas del balear no encontraron respuestas sino nuevos interrogantes a responder. Con trazas de espléndido jugador de cricket, el imberbe talento australiano procuró insertar sus dardos en todos los sectores de la diana, del 5 al 20 pasando por el 17. Diversificando las áreas de ataque llegó a desesperar al balear y solamente su ternura deportiva le privó de alargar el trance.

30-0 // Porque desactivó el pensamiento de Nadal: Sometido a nuevos escenarios en cada impacto, el español se vio incapaz de imponer automatismos. Golpeando sin sentar precedente, el australiano mantuvo en todo momento el estado de alerta en el adversario. Incapaz de intuir una intención el número 1, dictadas horas de tenis en pista con su derecha, se vio privado de ritmo, sin poder llevar la iniciativa en dos intercambios consecutivos. “Es el típico tenista que te hace jugar mal”, palabras del español al término del duelo.

40-0 // Porque jugó partidos de un punto: Dotado de un arsenal en desarrollo, netamente inferior al argumentario del balear, Bernard optó inteligentemente por dispersar de manera sutil sus acometidas. Sabedor de su irremediable sumisión en una batalla abierta, empleó una suerte de guerrilla con la que percutir hábilmente la retaguardia de su colosal enemigo. Ataques irregulares, dispersos, fugaces. Versatilidad como arma de desgaste llevada al extremo. Cambio de papeles constante hasta llegar a lo heterodoxo. Erosionar las virtudes ajenas en mayor medida que primar el talento propio. Jugar a no dejar jugar.

Juego Tomic // Porque siguió un guión en blanco: Enfrentado al radar más sensible del circuito, empleó la táctica de la invisibilidad, actuando sin dejar estelas. Susceptible de ser analizado antes del primer descanso, jugó todas las cartas y a la vez ninguna. Optando de manera premeditada por una aparente improvisación, la joven promesa oceánica impidió ser radiografiada en todo el encuentro, dilapidando sus modestas opciones tras una suerte de progresiva autocombustión en mitad de la macedonia tenística en que convirtió el duelo.